Como en todas las ciudades, las fuentes públicas tuvieron gran importancia para desarrollar la vida en la ciudad. Algunas de ellas nos han llegado intactas a pesar del paso del tiempo, en otros casos, las de nueva construcción se sitúan en jardines antes ocupados por conventos, monasterios e iglesias guardando hasta cierto punto relación con las anteriores. En Segovia las fuentes públicas solían estar junto a las iglesias, que eran el punto de reunión, mentideros, etc. En algunos casos incluso pegadas a ellas, como la fuente que se encontraba en la hoy Plaza Mayor, que se apoyaba en la iglesia de San Miguel antes de venirse abajo. Otro caso similar es el de la fuente situada encima de la oficina de turismo, junto al Acueducto, donde estaba la iglesia de Sta. Columba antes de derrumbarse.

 

Otras  han cambiado bastante su fisonomía, el caso más notable es el de la plaza de San Martín, que llegó incluso a cambiar el nombre de la plaza por el más popular de las Sirenas, sin embargo, cuando pusieron la estatua a Juan Bravo y cambiaron la fuente de lugar (variando sus esculturas en el camino), mantuvo este nombre, ya arraigado entre la gente, y que ha dado lugar a mucha confusión.

Algunas se han mantenido en el tiempo milagrosamente como la del Palacio de Doña Juana,  una de esas pocas fuentes “privadas” que aún se conservan.

El caño del  barrio de San Lorenzo mantiene abastecido el pilón al que, aún hoy, siguen cayendo aquellos ajenos o no al barrio durante sus fiestas, manteniendo el sabor más tradicional de toda la ciudad.

En otros casos se mantienen las fuentes en su forma más simple, como bebederos de ganado, que también aportan su parte de historia, dado el importantísimo legado que dejó aquí la industria lanera, o la aún más sencilla y común como la de la Catedral.

En todas sus formas, las fuentes continúan embelleciendo y dando de beber a la ciudad. Aquí están algunas más.