Segovia es una ciudad medieval y por tanto sus iglesias románicas cobran una gran importancia, pues entorno a ellas y sus parroquias se organizaba la vida de los ciudadanos, tanto dentro de la muralla como fuera. Desde que amanecía el sonido de las campanas marcaban los horarios de rezos, comidas o el fin de la jornada. También avisaban de emergencias como incendios y ataques, porque sus torres se usaban además para vigilar la llegada del enemigo, las comitivas, etc. Además informaban de acontecimientos como muertes o bodas.
Los pobladores se bautizaban, crecían, se casaban y morían en torno a la iglesia; eran lugares de enterramiento, de ahí la expresión “ser enterrado en sagrado”. Según la clase social o el dinero que consiguieran podían ser enterrados en mejor o peor sitio, pues por supuesto había tarifas. Así los menos pudientes eran enterrados en los alrededores de la iglesia, el siguiente lugar se encontraba en el atrio. Luego estaban los que podían permitirse una última morada dentro de la iglesia, cuyas capillas laterales, cuando las había, o sepulcros se reservaban para los benefactores que habían ayudado a la construcción de la iglesia o su mantenimiento, Finalmente, en el altar y el coro, se enterraba a los miembros de la iglesia.
Todo esto se reproducía por toda la ciudad y, claro está, a mayor clase social mejor iglesia, si eras de una familia muy importante buscabas un sitio con más gente que rezase por ti, como conventos o monasterios, en el caso de Segovia los más demandados eran el de los mercedarios (ya desaparecido) y el del Parral que los marqueses de Villena tenían casi en exclusiva. Para aquellos de alta alcurnia estaba la opción de la Catedral y sus capillas por un lado y el claustro por otro reservado para obispos y, en Segovia, para casos excepcionales como Rodrigo Gil de Hontañón, arquitecto de la Catedral o el infante don Pedro. Y ya si eras rey… te organizabas tu propio convento, cartuja, colegiata, etc…como Felipe V en la colegiata de San Ildefonso o Isabel la Católica que aprovechó el palacio de caza de su hermano Enrique IV, una joya del mudéjar, para fundar un convento que fuera su última morada, aunque finalmente no fue enterrada allí.
Las iglesias eran también lugar de reunión para tomar decisiones, pues no había ayuntamientos y las juntas vecinales y el concejo de la ciudad se reunían en los atrios. Cerca de sus muros y en algunos casos pegadas a ellas solía haber fuentes públicas donde la gente acudía a diario con cántaros para el agua.
El siglo XVII fue un periodo de crisis, no había dinero para construir nuevas iglesias que sustituyeran las antiguas y se optó por renovarlas revistiéndolas con yeserías barrocas, para esto pesaron también las razones higiénicas pues con tanto enterramiento eran lugares con malos olores pese al incienso, también se prohibió su uso como cementerios y se crearon los camposantos públicos. No es de extrañar que Segovia conserve tantas iglesias románicas aunque había muchas más que desaparecieron en el siglo XIX, para hacernos una idea sólo basta fijarse en los parques o pequeñas plazas y sus nombres que seguramente hacen referencia a monasterios, conventos o iglesias allí situados.
Hablando de románico en Segovia no se puede obviar el románico civil porque aquí se concentra la muestra más importante de Europa, con un barrio completo, el de las Canongías, y numerosas casas, portadas y edificios.
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