Pues sí, incluimos a estas aves en este apartado porque Segovia es una de esas ciudades privilegiadas que conviven con estos animales. Su llegada, aproximadamente en el mes de enero, es noticia comentada con alegría porque lo cierto es que se echa de menos su presencia cuando marchan al final del verano. Aunque lo cierto es que cada vez llegan antes y se van más tarde porque muchas de ellas ya no emigran a tierras africanas. Ese viaje que duraba casi un mes se ha reducido al quedarse en el sur de nuestro país gracias a la abundancia de comida que encuentran en vertederos principalmente. Esta circunstancia ha propiciado que cada vez sean más abundantes pues muchas perdían la vida en el viaje migratorio.
Es un lujo poder observarlas a diario, mientras rehacen sus nidos en las iglesias y árboles de lugares tan emblemáticos como los jardines del Alcázar; verlas iniciar el vuelo o regresar a sus nidos en los días ventosos, es todo un espectáculo. Cuando llega mayo, los polluelos se empiezan a dejar ver y en junio ya hacen sus pinitos para aprender a volar. Se distingue fácilmente a los ejemplares más jóvenes por el colorido de patas y pico son oscuros mientras que los adultos tienen un color anaranjado o rojizo. Seguir su evolución desde que nacen hasta que se van significa encariñarse con ellas y echarlas de menos cuando no están.
Estas aves aportan colorido, vida y sonido con sus crotoreos a la banda sonora de Segovia y una de sus más entrañables postales al atardecer, con sus siluetas en los tejados. Aquí os dejamos un album con más fotos.