Situado al suroeste de Segovia. Este entorno es uno de los pulmones de la ciudad con un alto valor natural, paisajístico e histórico. Fácil de contemplar si nos situamos en los jardines del Alcázar, desde allí, este pinar urbano nos acompaña si continuamos nuestro camino siguiendo la muralla hasta la Puerta de San Andrés. Tras pasar este arco, a la derecha sale una escalera que desciende al valle. Este camino es el mismo que utilizaron los judíos que se vieron obligados a abandonar Segovia tras la expulsión ordenada por los Reyes Católicos.
Tras pasar la fuentecilla se accede a una estrecha escalera rodeada de vegetación que nos lleva hasta el Puente de la Estrella, en el fondo del valle. Por allí se cruza el Río Clamores (hoy bajo tierra), para ascender directamente al cementerio judío, lugar elegido por éstos para esconderse mientras se convencían de que su expulsión era definitiva. Este lugar de enterramiento dio lugar al nombre que hoy en día aún conserva este paraje: la Cuesta de los Hoyos. Sin embargo, su aspecto actual no tiene nada que ver con el que seguramente tenía en el siglo XV. El pinar que hoy se puede contemplar y disfrutar tiene su origen en el siglo XIX, cuando se llevo a cabo su plantación, siendo su artífice la Sociedad de Amigos del País que hizo traer las semillas de Chañe, pueblo de la provincia de Segovia que, por si alguien lo desconoce, está íntimamente ligada a este árbol, formando gran parte de ella la comarca llamada Mar de pinares.
Desde entonces, el Pinarillo ha formado parte de la ciudad como lugar de esparcimiento para las gentes de Segovia, especialmente los jóvenes que siempre lo han frecuentado, antes de la era del botellón, para actividades nocturnas parecidas pero mucho más respetuosas con el entorno. Hoy es una zona verde cuidada, con muchos accesos, porque es un lugar inmejorable para pasear por sus muchos senderos de dificultad baja. Pero, sobre todo, es ideal por perspectiva de la ciudad, una de sus mejores caras, para quien se toma la molestia de acercarse hasta allí. Desde el Pinarillo se puede hacer la ida sin perder, ni por un momento, las vistas de la muralla, la judería y la Catedral hasta llegar al Alcázar. La vuelta ofrece lo mismo pero con la Sierra de fondo y el Acueducto asomando en el tramo final.
Hacer este recorrido al atardecer o cuando ya ha anochecido, con la ciudad iluminada, es una experiencia inolvidable, sobre todo para los románticos si les coincide una noche claro con la luna llena. En caso contrario una linterna no vendrá mal.
Y si por alguna razón no puedes visitarlo te dejamos unas fotos para que no te lo pierdas.