El arte mudéjar es el más representativo de España en la época medieval, no es grandioso sino peculiar y más personal. Su peculiaridad viene dada por su carácter fronterizo entre el norte cristiano y los musulmanes. Los mudéjares eran aquellos musulmanes que se quedaban a vivir en los reinos cristianos, tras haber sido reconquistados, bajo unas ciertas condiciones, entre ellas el pago de impuestos especiales.
Eran grandes artesanos, albañiles y carpinteros y supieron integrar algunos elementos de su cultura y forma de vida (alegre, cómoda, culta y bella) en la cristiana muy austera, ruda, rígida y temerosa, instalando en la península de nuevo parte del gusto por el refinamiento perdido durante la época visigoda. Su situación de vencidos los transforma en mano de obra barata y en condiciones de construir lo que ordenen sus clientes.
No es raro por estos motivos que los más poderosos se sintieran fascinados por las comodidades y bellezas que ofrecían estos constructores y se dejasen seducir por sus decoraciones, especialmente en el interior de los palacios. Claros ejemplos tenemos en Enrique IV y los Reyes Católicos. El primero gran amante de todo lo árabe (incluso vestía chilabas), dejó huella en la decoración del Alcázar de Segovia o en el Monasterio de San Antonio el Real, auténticas joyas del mudéjar, con sus frisos de yeso labrado y sus espectaculares artesonados.
Pero este estilo no sólo llegaba a los pudientes, ya que utilizaban materiales pobres y por tanto baratos, como el ladrillo, yeso, escayola, madera o la cerámica. Son construcciones más ligeras y frágiles, ideales para las iglesias, palacios o defensas necesarias en aquellos tiempos. La particularidad está en las formas que lograban a la hora de disponerlos: arcos ciegos, ajedrezados, espinas de pez, redes de rombos, etc. Esta ornamentación sencilla y bella impulsó un alejamiento de los estilos europeos y un acercamiento hacia la vida musulmana. Segovia nos ofrece multitud de ejemplos tanto en la ciudad como en la provincia.